GENTES,
COSTUMBRES, TRADICIONES, HISTORIAS, PATRIMONIOS Y PAISAJES DE LA PROVINCIA DE
CASTELLON:
(Sinopsis): RECORDAR
TAMBIÉN ES VIVIR....
Por:
JUAN EMILIO PRADES BEL "Pragmátic" ("ESPIGOLANT CULTURA": (Taller de historia, memorias y patrimonios).
(Otto von Bismarck: "Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a si misma y todavía no lo ha conseguido").
(Serie
temática): HISTORIAS
DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA 1936-1939.
"LAS VACACIONES EN BENICASSIM DE LA FAMILIA DE D. DIEGO MARTINEZ BARRIO PRESIDENTE DE LAS CORTES GENERALES DE LA REPÚBLICA EN LOS DIAS PREVIOS AL 17 DE JULIO DE 1936, DÍA DEL INICIO DE LA GUERRA CIVIL".
Escribe:
JUAN EMILIO PRADES BEL.
INTRODUCCIÓN: Don Diego Martínez Barrio (que fue presidente de las Cortes Generales de la República, presidente y vicepresidente del Consejo de Ministros, presidente interino de la Segunda República Española y presidente de la Segunda República Española en el exilio) era un ilustre político veraneante en Benicassim y amigo del Doctor Bellido, el médico de Benicassim.
EXPOSICIÓN DOCUMENTAL: El
Sol (Madrid. 1917). 5/7/1936, página 6. EL PRESIDENTE DE LAS CORTES, EN LA
VILLA BENICASIM. Castellón, 4
(6 t.).—Acompañado del diputado a Cortes señor Gómez Hidalgo, ha llegado a la
villa Benicasim, propiedad del doctor Bellido, el presidente del Congreso, Sr. Martínez
Barrio, en unión de su esposa y cuñada. El viaje lo han realizado en automóvil.
El Sr. Martínez Barrio fue cumplimentado por personalidades y por el gobernador
civil. (Agencia Febus.)
EXPOSICIÓN DOCUMENTAL: La
Gaceta de Tenerife: diario católico de información: Año 8572 Número - 1936
julio. MARTINEZ BARRIO EN CASTELLÓN. Castellón de la Plana, 6- Procedente de
Benicasim llego el presidente del Congreso señor Martínez Barrio, siendo
cumplimentado por el gobernador civil y numerosos correligionarios. A las siete
de la tarde regresó el señor Martínez Barrio a Madrid.
EXPOSICIÓN
DOCUMENTAL: MARTINEZ
BARRIO, UN HOMBRE QUE INTENTÓ PARAR LA GUERRA CIVIL: Diego Martínez Barrio
(Sevilla, 25 de noviembre de 1883-París, 1 de enero de 1962) fue un político
español que alcanzó los cargos de presidente de las
Cortes, presidente y vicepresidente del Consejo de Ministros, presidente
interino de la Segunda República Española y presidente de la Segunda República
Española en el exilio. (La Guerra
civil (duración) del 17 de julio de
1936 al 1 de abril de 1939, un total de 2 años, 8 meses y 15 días): En
la noche del 18 al 19 de julio de 1936, Manuel Azaña, tras la dimisión de
Santiago Casares Quiroga, le ofreció a Martínez Barrio la difícil tarea de
formar un gobierno de conciliación que pudiese evitar el inicio de la guerra.
Durante unas horas de actividad frenética, telefoneó a varios jefes militares
en un último intento para que depusieran su actitud, consiguiéndolo con varios
de ellos en parte gracias a amistades personales. Por último, tal como relata
en sus memorias, habló por teléfono con el general Mola, el cual se negó a
ningún acercamiento. Contrariamente a lo que se ha afirmado de forma infundada,
jamás le ofreció a ninguno de estos militares formar parte del nuevo gobierno. El
19 de julio, presentó la
dimisión al comprender que la guerra civil era
inevitable. Fue entonces sustituido por José Giral. Durante la guerra civil fue
uno de los consejeros más íntimos de Azaña y presidió en varias ocasiones las
Cortes de la república. A la caída de la República se exilió, a Francia, Cuba —el 16 de mayo de 1939— y
luego a México,
donde presidió la
Junta Española
de Liberación.
Tras finalizar la Segunda Guerra Mundial en 1945, regresó a París, donde fue designado presidente de la República en el
exilio, cargo que ocupó hasta su muerte. Falleció en París el 1 de enero de
1962.
BIOGRAFIA DE DIEGO
MARTÍNEZ BARRIO, por Leandro Álvarez Rey: "Martínez Barrio, Diego. Sevilla, 25 de noviembre de 1883 – París
(Francia), 1 de enero de1962. Político e industrial de artes gráficas, presidente del
Gobierno, presidente de las Cortes y presidente interino de la Segunda
República Española en el exilio. presidente de las Cortes, presidente y
vicepresidente del Consejo de ministros, presidente interino de la Segunda
República Española y presidente de la Segunda República Española en el exilio. En
contra de lo afirmado por Lerroux acerca de los “oscuros” orígenes de quien
fuera su principal colaborador durante la Segunda República, se sabe que Diego
Martínez Barrios (o Barrio, como él prefería apellidarse) nació en Sevilla el
25 de noviembre de 1883, en el n.º 4 de la plaza de la Encarnación. Era hijo
legítimo del matrimonio formado por Manuel Martínez Gallardo, natural del
pueblo sevillano de Utrera y de profesión jornalero, y de Ana Barrios
Gutiérrez, nacida en la localidad gaditana de Bornos —de donde procedían sus
abuelos maternos— y vendedora en el mercado de la Encarnación. Su familia por
parte de padre era originaria de Las Cabezas de San Juan, aunque su abuelo
paterno, ya difunto y por el que se le puso el nombre de Diego, era natural de
Sorbas, en la provincia de Almería. Martínez Barrio tuvo un hermano algo mayor
que él, llamado Modesto Pineda Barrios, periodista y director del Diario de
Huelva, con quien siempre mantuvo excelentes relaciones. Dicho hermano era
fruto de un matrimonio anterior de su madre, del que ésta, al parecer, quedó
viuda. Hasta enero de 1893 Martínez Barrio estudió las primeras letras en el
colegio de San Ramón, donde conoció a uno de sus más íntimos amigos, el futuro
ministro Manuel Blasco Garzón; pero a los nueve años tuvo que dejar la escuela
para comenzar a trabajar como aprendiz en una panadería. Huérfano de madre a
los once, pasó posteriormente por los oficios de aprendiz de tipógrafo y desde
1896 —gracias a las gestiones de su hermano— trabajó como auxiliar del
procurador Rodrigo Rus y Rus. Éste, un anciano carlista al que siempre profesó
gran cariño, era propietario también de un despacho de pan, y Martínez Barrio
simultaneó los empleos de escribiente en la procuraduría y dependiente en la
panadería. En 1906, recién cumplidos los veintidós años, logró colocarse de
empleado de Manuel Jacinto Martínez, comisionado de reses en el Matadero
Municipal, permaneciendo en dicho empleo hasta 1910, en que fue elegido por
primera vez concejal del Ayuntamiento de Sevilla. Poco después, con el apoyo de
un buen número de amigos y masones sevillanos, Martínez Barrio logró montar un
pequeño negocio de cuyos ingresos pudo vivir modestamente a partir de entonces.
Con una formación autodidacta, lector incansable de novelas, lecturas
históricas y periódicos, Martínez Barrio participó siendo un adolescente en
mítines y reuniones de carácter societario, desembocando a comienzos de siglo
en el movimiento anarquista. Desde 1901, con diecisiete años, comenzó a
publicar numerosos artículos en el diario El Noticiero Obrero, órgano de la
Asociación de Obreros del Arte de Imprimir, en Tierra y Libertad y en el
semanario ¡Justicia!, colaborando desde 1902 en una publicación editada en
Cádiz y titulada El Proletario. Durante esos años fundó también un modestísimo
semanario, que realizaba él sólo manualmente, titulado Trabajo, y que años
después volvió a publicar con el nombre de Humanidad. A partir de 1903 Martínez
Barrio fue abandonando gradualmente sus simpatías anarquistas aproximándose a
los ideales de la democracia republicana. En dicha evolución y aparte de esa
tendencia a la moderación que, según él, siempre predominó en su carácter y
conducta, jugó un papel no desdeñable su relación con el teniente coronel al
mando del batallón de Cazadores de Chiclana, acantonado en Ronda, donde desde
1903 Diego cumplió su servicio militar. Aquel oficial, hermano de Eugenio
García Ruiz, uno de los líderes del republicanismo unitario durante los años
del Sexenio, influyó en su formación política decidiéndole a abandonar
definitivamente las ideas anarquistas. Al poco Martínez Barrio ingresó en la
Juventud Republicana de Sevilla, donde, desde 1905, un impulso “sentimental y
romántico” —según confesaría años después— acabaría llevándole tras los pasos
de Alejandro Lerroux, fascinado por la vibrante personalidad del Emperador del
Paralelo. Sus primeros pasos como neófito republicano no fueron nada fáciles.
Cumpliendo su servicio militar, Martínez Barrio fue procesado por el supuesto
delito de “tentativa de rebelión”. Dicha causa dio lugar a que entre mayo y
junio de 1903 sufriera calabozo en los acuartelamientos de los Regimientos de
Granada y Soria, y a que se le abriera un voluminoso sumario. Puesto en
libertad sin cargos, en los años siguientes la autoridad militar no se olvidó
de él, a pesar de haber pasado con licencia a la primera reserva. Así, por
realizar “propaganda subversiva” y por sus opiniones contra el régimen
monárquico, vertidas tanto en actos públicos como sobre todo en la prensa,
Martínez Barrio volvió a ser detenido y, en unas treinta ocasiones, procesado
antes de la proclamación de la Segunda República. Apenas resueltos sus
problemas con la jurisdicción militar y trabajando ya como empleado en el
Matadero, a partir de 1908 formó un grupo denominado Fusión Federalista,
opuesto a la orientación moderada de la Unión Republicana en Sevilla. La nueva
entidad, que adoptó como cuerpo doctrinal el Manifiesto-Programa de Pi i
Margall de 1894, consiguió allegar recursos suficientes para publicar, desde
enero de 1909, un semanario titulado La Lucha. Además, en las elecciones municipales
celebradas en mayo de 1910 Martínez Barrio fue elegido por primera vez concejal
del Ayuntamiento de Sevilla, permaneciendo en la corporación hasta finales de
1913. Sus constantes intervenciones en los plenos y su amistad con Lerroux
acabaron por ratificarle como uno de los valores en alza del republicanismo en
Sevilla. Martínez Barrio recibió por esas fechas la ayuda de un anciano
correligionario —Joaquín Maestro Amado, un comerciante enriquecido en la
Argentina— montando una pequeña imprenta dedicada a trabajos comerciales
(Tipografía Minerva, instalada en su propio domicilio de la calle Roque Barcia,
n.º 5) y en la que desde 1910 comenzó a imprimir un nuevo periódico
“radical-autonomista”, titulado El Pueblo. En 1917, además, contrajo matrimonio
con Carmen Baset Florindo, hija de un modesto industrial, con la que no tuvo
descendencia. Pese a estos modestos éxitos, las divisiones y los enconados
enfrentamientos que casi siempre habían jalonado la trayectoria del
republicanismo volvieron a reaparecer con toda su crudeza a comienzos de la
primera década del siglo XX, hasta el punto que entre 1913 y 1920 los
republicanos quedaron sin representación en las instituciones sevillanas. En
esos años del republicanismo en Sevilla apenas si quedó otra cosa que la
constancia y el tesón de Martínez Barrio, impenitente candidato en todas las
elecciones de diputados a Cortes celebradas en los años previos al golpe de
estado de Primo de Rivera. En febrero de 1920, sin embargo, fue elegido de
nuevo concejal, englobado en una candidatura consensuada por los partidos y
“fuerzas vivas” locales. Nombrado presidente del Partido Republicano Autónomo
de Sevilla en 1921 y vocal de la comisión organizadora de la Exposición
Hispano-Americana en 1922, su labor en el Ayuntamiento le granjeó la
consideración y el respeto de los sevillanos.
De
hecho, en 1923 Martínez Barrio presentó su candidatura por Sevilla en las
elecciones legislativas convocadas por el marqués de Alhucemas; aunque los
resultados le fueron totalmente favorables, un “pucherazo” a favor del hijo del
fundador del diario ABC le arrebató el acta de diputado. Pese a que ni la junta
del censo ni el Tribunal Supremo quisieron reconocerlo, el candidato
proclamado, Juan Ignacio Luca de Tena, renunció a tomar posesión del escaño,
gesto caballeroso que fue el origen de la buena amistad que desde entonces
existió entre ambos personajes. En cualquier caso, el golpe de estado de
septiembre de 1923 truncó el ascendente protagonismo del líder de los
republicanos en la política sevillana, al ser desposeído de sus cargos tras
ordenar el Directorio el cese fulminante de los Ayuntamientos de toda España. De
esta época de comienzos de siglo data también el ingreso de Martínez Barrio en la Masonería.
MARTÍNEZ
BARRIO EN LA MASONERÍA. Fue iniciado como masón el 1 de julio de 1908 —con
veinticuatro años— en la Logia Fe de Sevilla, adoptando el nombre simbólico de
Justicia; nombre que cuatro años después cambió por el de Pierre Victurien
Vergniaud, es decir, por el de uno de los dirigentes de los republicanos
moderados de la Revolución Francesa. Su labor en esta organización comenzó a
alcanzar un especial brillo a partir de 1915, al lograr en febrero de aquel año
el reagrupamiento en una única entidad de casi todos los talleres masónicos
sevillanos. Nació así la poderosa Logia Isis y Osiris, adscrita a la Obediencia
del Grande Oriente Español y auténtico motor del resurgimiento de la Masonería
en Andalucía. Desde esta plataforma, donde en la década de 1920 acabarían
convergiendo y encontrando refugio una parte muy considerable de las elites
republicanas de izquierdas, Martínez Barrio, el cada vez más respetado hermano
Vergniaud, grado 33.º, llegaría a alcanzar los cargos de gran maestre de la
Masonería andaluza (1923-1931) y gran maestre nacional del GOE (1931-1934), ya
en tiempos de la Segunda República. La trayectoria política de Martínez Barrio
adquirió un especial relieve en plena dictadura de Primo de Rivera, erigiéndose
en esos años en el líder indiscutible de los republicanos de la Baja Andalucía.
Miembro de la Alianza constituida en 1926, al menos desde 1929 formó parte de
las conspiraciones urdidas por Villanueva y Burgos y Mazo, estableciendo
contactos con el general Goded a fin de organizar un levantamiento en
Andalucía, propósito que abortó la renuncia de Primo de Rivera en enero de
1930. Adherido al llamado Pacto de San Sebastián y participante en el mitin de
las Ventas celebrado en septiembre de 1930, en noviembre fue requerido para
integrar el comité nacional revolucionario como representante de los republicanos
andaluces, firmando el Manifiesto difundido por aquella junta a finales de
1930. Tras el fracaso de la sublevación de Jaca y Cuatro Vientos tuvo que
refugiarse en Gibraltar, exiliándose a Francia —primero en París y después en
Hendaya— desde febrero a abril de 1931. Proclamada la Segunda República,
Martínez Barrio, que contaba ya con cuarenta y ocho años, fue nombrado ministro
de Comunicaciones del Gobierno Provisional y elegido diputado a Cortes por
Sevilla, asumiendo la vicepresidencia del Partido Radical y convirtiéndose de
facto en el lugarteniente y hombre de confianza de Alejandro Lerroux. Desde
1931 Martínez Barrio, elegido también aquel mismo año gran maestre nacional del
GOE y presidente de honor de la Liga de los Derechos del Hombre, fue adquiriendo
un paulatino protagonismo en la historia de la Segunda República, defendiendo
una política moderada y centrista desde el mismo instante en que el nuevo
régimen inició su andadura. En sus discursos y en su actitud política Martínez
Barrio preconizó la necesidad de un Estado fuerte, pero democrático y eficaz,
un Estado que fuera capaz de “nacionalizar la República” y de hacerla amada y
respetada por la inmensa mayoría de los ciudadanos. Apartado del Gobierno desde
la crisis de finales de 1931, que colocó a los radicales en la oposición, y en
sintonía con la actitud de su jefe político, Martínez Barrio hizo públicas sus
discrepancias con el PSOE —y, especialmente, con los sectores liderados por
Largo Caballero— en marzo de 1932, cuando en unas declaraciones a Blanco y
Negro, ampliamente difundidas, manifestó que era preciso rectificar el rumbo y
el perfil del régimen, afirmando que a su juicio el apartamiento de los
socialistas del Gobierno constituía una necesidad insoslayable si se quería
consolidar la República y evitar su desbordamiento por la izquierda. En
parecidos términos se pronunció en julio de 1932, oponiendo serios reparos a la
aprobación de los proyectos de Reforma Agraria y al Estatuto de Cataluña, tal y
como habían sido redactados por las comisiones respectivas. Como jefe de su
minoría parlamentaria, a Martínez Barrio le correspondió el poco grato deber de
desmentir en las Cortes la rumoreada implicación de los radicales en la
intentona golpista del 10 de agosto de 1932, a pesar de estar perfectamente
informado de las actitudes sospechosas de algunos miembros de su propio
partido, y en particular de Lerroux, amigo personal del general Sanjurjo. Desde
comienzos de 1933 el nombre de Martínez Barrio se asoció además con el de la
obstrucción parlamentaria al Gobierno Azaña, de quien llegaría a afirmar que
estaba ejerciendo “una verdadera dictadura que nada tiene que envidiar a la
fascista...”. Años después Diego no tuvo reparo en rectificar este juicio,
afirmando que aquella política obstruccionista practicada por él mismo, por el
Partido Radical y por otras organizaciones de centroderecha —acentuada a raíz
de las repercusiones del escándalo de Casas Viejas— fue, según reconoció en sus
Memorias, básica y esencialmente un error. En cualquier caso, al final del
verano de 1933, tras la caída de Azaña y aceptada por el presidente de la
República la propuesta de Lerroux de formar una mayoría exclusivamente
republicana, Martínez Barrio añadió un nuevo peldaño a su carrera política al
ser designado ministro de la Gobernación en un efímero gabinete que apenas duró
veintiséis días. Inmediatamente después, el 9 de octubre, Diego era nombrado
por Alcalá-Zamora nuevo presidente del Consejo de ministros, pero con la
finalidad expresa de disolver las Cortes y convocar elecciones. Consideradas, a
pesar de los apaños y corruptelas que tuvieron lugar en varias
circunscripciones, como una de las elecciones más limpias disputadas hasta
entonces en España, los resultados de las urnas y los efectos del sistema electoral
mayoritario republicano dieron paso en diciembre de 1933 a unas Cortes muy
diferentes en su composición a las del primer bienio. Diego Martínez Barrio,
ex-presidente del Consejo y reelegido diputado por Sevilla, si bien aceptó
formar parte de los primeros gabinetes de Lerroux, al principio como ministro
de Guerra y después de Gobernación, comenzó a disentir de forma notoria de la
progresiva derechización de su propio partido, de las presiones revisionistas
de la CEDA y de la hipoteca que para los gobiernos republicanos representaba el
apoyo parlamentario de Gil Robles. Dicha actitud crítica, en la que algunos
historiadores han querido ver —sin mucho fundamento— motivaciones “secretas”
(presiones de la Masonería, maniobras de Alcalá-Zamora, etc.) alcanzó su cénit
tras la aprobación de la Ley de Amnistía —que benefició a los implicados en la
Sanjurjada—, concluyendo a mediados del mes de mayo de 1934 con su separación
de Lerroux. La escisión de Martínez Barrio, secundada por un reducido grupo de
diputados, vino a significar la ruptura del histórico Partido Republicano
Radical. En septiembre de 1934, tan sólo unos días antes del estallido de la
revolución de Asturias, nacía el partido de Unión Republicana, fruto de la
fusión entre los radicales-demócratas de Martínez Barrio y el grupo
radical-socialista dirigido por Félix Gordón Ordás. Su presidente y líder
indiscutible sería, a partir de entonces, un Diego Martínez Barrio cada vez más
alineado con la política de Azaña. Transcurrido 1935 y nombrado miembro del
Comité Nacional del Frente Popular, tras la crisis desatada por los escándalos
de corrupción que hundieron a los lerrouxistas y la disolución de las Cortes
decretada por el presidente de la República, Martínez Barrio volvió a ser
elegido diputado en febrero de 1936, integrando la candidatura del Frente
Popular por Madrid. Su partido obtuvo treinta y cinco escaños y Diego fue
nombrado presidente de las Cortes con el voto prácticamente unánime de
izquierdas y derechas (trescientos ochenta y tres votos a favor de un total de
cuatrocientos diez diputados electos). Unas semanas después, el 8 de abril de
1936 y tras el acuerdo de las Cortes de destituir a Alcalá-Zamora, asumió
interinamente la Jefatura del Estado hasta el 11 de mayo de 1936, en que fue
sustituido por Manuel Azaña. Fue en esos días cuando, acompañado por el
presidente de la Generalitat, Luis Companys, y del ministro de Comunicaciones,
Manuel Blasco Garzón, realizó la que sería su última visita a Sevilla,
recibiendo innumerables muestras de afecto de sus paisanos.
Unas
semanas después, el 19 de julio de 1936 y ya con el ejército de Marruecos y
otras guarniciones militares levantadas en armas contra las autoridades
republicanas, Martínez Barrio recibió el difícil encargo de intentar formar un
gobierno de conciliación que evitase la Guerra Civil. Diego telefoneó
personalmente a varios de los jefes que encabezaban la rebelión para intentar
convencerles de que depusieran su actitud. Según su propio testimonio y
contrariamente a lo que tantas veces se ha afirmado, jamás les ofreció formar
parte del nuevo gobierno. En cualquier caso, aquél era un intento desesperado y
condenado al fracaso, por más que Martínez Barrio insista en sus Memorias y en
sus escritos inéditos que en aquellas horas aún era posible detener lo que a
todas luces parecía ya inevitable.
Tras
el fracaso de su iniciativa se trasladó a Valencia para hacerse cargo de la
dirección de la Junta Delegada del Gobierno para la Región del Levante,
organizando en Albacete el aprovisionamiento de las Brigadas Internacionales y
del nuevo Ejército voluntario de la República. En esos meses encabezó también
las delegaciones españolas a varias conferencias internacionales, presidiendo
las escasas reuniones que durante la guerra celebraron las Cortes Españolas,
trasladadas desde finales de 1936 a Valencia. Tras la última reunión, la que
tuvo lugar en febrero de 1939 en el castillo de Figueras, con Barcelona ya
tomada por las tropas de Franco, Martínez Barrio cruzó a pie la frontera
francesa y como otros miles de republicanos inició un exilio —o un destierro,
como él prefería denominarlo— que consumiría aún los últimos veintitrés años de
su vida.
Trasladado
a París, el 27 de febrero de 1939 y en su calidad de presidente de las Cortes,
Martínez Barrio recibió la dimisión de Azaña como presidente de la República,
asistiendo a las tensas reuniones que la Diputación Permanente celebró en la
capital francesa.
En
Madrid mientras tanto estallaba la sublevación del coronel Casado contra el
Gobierno Negrín, sumiendo en el caos más absoluto a las instituciones
representativas de la legalidad republicana.
En
mayo de 1939 y con la Segunda Guerra Mundial a punto de estallar en Europa,
Diego y su familia abandonaron Francia a bordo del Champain, realizando la
travesía desde El Havre a Nueva York, para afincarse en Cuba y desde octubre de
1939 en México, donde residió durante los años siguientes.
Afectado
del mal de altura, se vio obligado a realizar prolongadas estancias en Veracruz
y en la costa del Pacífico, viviendo en condiciones que rayaban en la más
absoluta miseria. Auxiliado por la JARE con un subsidio de 680 pesos mensuales
(para él y los otros tres miembros de su familia), Martínez Barrio pudo
alquilar un piso situado en la calle Anahuac, n.º 21-A, de México DF, donde finalmente
fijó su residencia.
Su
principal objetivo desde entonces se centró en el traslado a América de los
republicanos españoles y en la reorganización de los partidos e instituciones
del exilio. Con ese objetivo y al poco de su llegada a tierras americanas fundó
una organización titulada Alianza Republicana, a la que pertenecieron
Castrovido, Franchy Roca, Albornoz, Giral, Esplá, Gordón Ordás, Ruiz Funes,
etc., y en la que Martínez Barrio ocupó el puesto de secretario general.
Asimismo, en la primavera de 1943 y junto al general Miaja realizó una gira por
Venezuela, Colombia, Bolivia, Ecuador, Uruguay y Chile, recabando el apoyo de
sus gobiernos para la República Española. Simultáneamente y desde su llegada al
Nuevo Continente Diego mantuvo contactos muy estrechos con la Masonería
americana, al tiempo que en la España de Franco el Tribunal Especial para la
Represión de la Masonería y el Comunismo le condenaba en rebeldía a treinta
años de reclusión mayor.
Desde
1943 y con la colaboración del socialista Indalecio Prieto, Martínez Barrio
organizó y presidió la Junta Española de Liberación. Dos años después y tras
múltiples y complicadas gestiones, el 17 de agosto de 1945 logró reunir en el
Salón de Cabildos de la Ciudad de México a un centenar de diputados supervivientes
de las Cortes de 1936, siendo designado —en su calidad de presidente de las
Cortes— presidente interino de la Segunda República Española en el exilio.
Finalizada
la Segunda Guerra Mundial, en marzo de 1946 regresó a Europa, siendo bien acogido
por el Gobierno francés a pesar de que rápidamente fue quedando en evidencia
que los aliados, vencedores del fascismo, no iban a propiciar la caída del
régimen de Franco. Diego Martínez Barrio asumió entonces su papel de
depositario de los derechos de la República Española, reconocida ya tan sólo
por los Gobiernos de México y Yugoslavia. Un Martínez Barrio forzado por las
estrecheces económicas a trasladar su residencia a una modesta casa a las
afueras de París, que en sus discursos nunca dejó de denunciar la ilegitimidad
del régimen de Franco y que fue convirtiéndose, año tras año, en el presidente
cada vez más solitario de un exilio sin fin. Tan sólo el fallecimiento de su
mujer, Carmen Baset, en 1960, con la que había compartido casi medio siglo de convivencia,
logró afectar su ánimo hasta el punto de sumirle en una profunda depresión. Aun
así, poco antes de su muerte contrajo matrimonio con su cuñada Blanca, “boda
melancólica —según escribió—, impuesta por la necesidad y la más elemental
previsión...”.
Unos
meses después, a las 13.15 horas del día de Año Nuevo de 1962, en la Taberne
Alsacienne de rue Vaugirard, 235, Martínez Barrio fallecía de un ataque al
corazón cuando almorzaba con Blanca, su amigo Juan Arroquia y su mujer. Su
cuerpo, de setenta y ocho años, fue cubierto con la bandera republicana y
enterrado en un pequeño cementerio a las afueras de París, en
Saint-Germain-en-Laye, en una ceremonia a la que sólo asistieron un pequeño
grupo de viejos amigos. En España la prensa del régimen dio cuenta de su
fallecimiento afirmando que Martínez Barrio había muerto como había vivido
siempre, con un tenedor y un cuchillo en las manos y bebiéndose el dinero de
los españoles... No obstante, conforme a los deseos expresados en su
testamento, casi cuarenta años después, en enero del año 2000, sus restos
fueron trasladados a su ciudad natal gracias a las instituciones democráticas
andaluzas, siendo homenajeado por miles de sevillanos y recibiendo sepultura a
los sones del Himno de Riego.
Bibliografía:
A. Alonso Baño (recop. y selecc.), Homenaje a Diego Martínez Barrio, Paris,
Imprimerie La Ruche Ouvrière, 1978; A. Guerra Gómez, “Diego Martínez Barrio y
el Gran Oriente Español: República y exilio americano”, en J. A. Ferrer
Benimeli (coord.), Actas del V Symposium de Historia de la Masonería Española,
vol. II, Zaragoza, CEHME, 1992, págs. 775-788; M. A. Sampedro Talabán y L. Álvarez
Rey, “Diego Martínez Barrio y el partido de Unión Republicana en Sevilla”, en
Trocadero (Cádiz), n.º 5 (1993), págs. 555-580; L. Álvarez Rey, Aproximación a
un mito: masonería y política en la Sevilla del siglo XX, Sevilla,
Ayuntamiento, 1996; “La forja de un republicano: Diego Martínez Barrio
(1883-1962)”, en Ayer (Madrid), n.º 39 (2000), págs. 181-205; “La República
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Republicanos (Madrid), n.º 43 (julio de 2000), págs. 15-45, y n.º 44 (enero de
2001), págs. 15-38; P. Fernández-Viagas Bartolomé, “Diego Martínez Barrio, o la
reivindicación imposible de un Estado de derecho”, en VV. AA., Los
Parlamentarios andaluces en la II República, Sevilla, Parlamento de Andalucía,
2002, págs. 55-81; J. Ortiz Villalba, “Diego Martínez Barrio”, en VV. AA.,
Diccionario de ateneístas, vol. I, Sevilla, Ateneo de Sevilla y Fundación El
Monte, 2002, págs. 279-282; J. A. Ferrer Benimeli, “Diego Martínez Barrio:
Presidente del Gobierno, de las Cortes y de la República y Gran Maestre de la
Masonería Española”, en J. A. Ferrer Benimeli (coord.), Actas del X Symposium
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en REHMLAC: Revista de Estudios
Históricos de la Masonería Latinoamericana y Caribeña, 1, 2 (2009), págs.
130-149; L. Álvarez Rey, “El exilio de un republicano. Diego Martínez Barrio,
Presidente de la Segunda República”, en F. Durán Alcalá y C. Ruiz Barrientos
(coords.), La España perdida: los exiliados de la II República, Córdoba,
Diputación de Córdoba - Patronato “Niceto Alcalá-Zamora y Torres” - Universidad
de Córdoba, 2010, págs. 377-393; J. Terrero García, “El Gobierno Martínez Barrio
y los orígenes de la escisión”, en J.L. Casas Sánchez y F. Durán Alcalá
(coords.), España ante la República: el amanecer de una nueva era, 1931,
Córdoba, Diputación de Córdoba - Patronato “Niceto Alcalá-Zamora y Torres”,
2011, págs. 591-610; M. Aznar Soler y J. R. López García (eds.), Diccionario
biobibliográfico de los escritores, editoriales y revistas del exilio
republicano de 1939, vol. 3, Sevilla, Renacimiento, 2016, pág. 250-252".
Autor biografía: Leandro
Álvarez Rey.
ADDENDA:
ADICIONES Y COMPLEMENTOS SOBRE LAS TEMÁTICAS Y MOTIVOS REFERIDOS EN EL
ARTÍCULO. (POR JUAN EMILIO PRADES):
BIBLIOGRAFIA,
WEBGRAFÍA Y FUENTES DOCUMENTALES:
Real
Academia de la Historia.
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